Comparto otro artículo del ex médico belga Patrick Quanten, el cual fue traducido por la web Ser y Actuar.


En medicina, lo más importante es hacer el diagnóstico. Todo lo demás se deriva de ello. Básicamente, diagnosticar significa ponerle “nombre” a la enfermedad. Mientras no se le ha puesto nombre, una enfermedad no existe, y eso significa que la profesión médica no sabe qué anda mal, o qué hacer al respecto. Tus síntomas no serán reconocidos como una enfermedad. Deja que te ponga un par de ejemplos.

Puede que todavía recuerdes que no hace mucho a las personas que estaban todo el tiempo cansadas, y que repetidamente habían dado negativo en los resultados de investigación (las pruebas de anemia, de insuficiencia de vitaminas, de tiroides, etc.) se les decía que no les pasaba nada. ¡Hasta que alguien hizo el diagnóstico! Nombraron a la enfermedad ‘síndrome de fatiga crónica’, y ahora todos sabían qué andaba mal. Aunque el nombre simplemente sea una descripción de los principales síntomas, el conjunto de síntomas se ha agrupado en una enfermedad y la profesión médica le ha puesto nombre.

Las personas con dolores musculares de larga duración, no en una articulación sino desplazándose por varias partes del cuerpo, fueron ignorados sistemáticamente hasta que alguien le puso nombre a la enfermedad. Se llamó “fibromialgia”, que significa ‘dolores en los músculos’ (del griego fiber; y mialgia, dolor en ligamentos, tendones y músculos).

Por tanto, no necesitas ser muy listo, ni haber estudiado griego o latín, sólo tienes que ser el primero en ponerle el nombre a una enfermedad, y eso te convierte en el primer especialista en el tema. A todos los efectos, has «inventado» la enfermedad.

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Cualquier explicación aún no utilizada para un conjunto de síntomas y dolencias parece válida en la actualidad. Si tienes la sensación de que te falta oxígeno, y sientes que no respiras adecuadamente y te sientes cansado, a alguien se le ocurrió la idea de que podrías estar «falto» de oxígeno durante la noche. Eso recibió el nombre diagnóstico de “apnea del sueño” (no respirar durante el sueño). Y las pruebas lo demostraron. Efectivamente, el paciente dejaba de respirar durante breves períodos a lo largo de la noche. “¡Bingo! No hay que darle más vueltas, podemos empezar a desarrollar máquinas para ayudar a esta pobre gente”.

Las preguntas sencillas que la profesión médica no se ha planteado, ni se planteará, son:

  • ¿Todo el mundo deja de respirar intermitentemente, de día o de noche?
  • Cuando me concentro totalmente, noto que también retengo la respiración, ¿por qué no me falta oxígeno entonces?
  • ¿Por qué no me recupero de mi falta de oxígeno nocturna cuando respiro normalmente durante el día?
  • ¿Realmente se puede medir durante el día una baja saturación de oxígeno en la sangre para explicar mi cansancio? La respuesta es no.

En general, se acepta ―y curiosamente esto no le extraña a nadie― que nombrar los síntomas puede ser una descripción de diagnóstico de una enfermedad. La profesión médica ahora identifica la enfermedad, la reconoce, y dice saber qué es, y qué hay que hacer. ¿Por qué no era una enfermedad antes de que alguien le pusiera nombre? ¿Por qué nadie sabía cómo tratarla, y luego simplemente al ponerle nombre ‘ya lo saben’? ¿Implica algún tipo de ‘magia’?

Un diagnóstico se define como el arte, o el acto, de identificar una enfermedad a partir de sus signos y síntomas. Diagnosticar a menudo representa todo un reto, porque muchos signos y síntomas no son específicos, y sólo puede ser realizado por profesionales sanitarios registrados y autorizados. Diagnosticar, ponerle nombre a una enfermedad, es privilegio de la profesión médica. Y mientras no lo hayan hecho, lo que te esté pasando no es básicamente una enfermedad, ni puede ser diagnosticada.

Diagnosticar una enfermedad implica:

  • el historial o relato del paciente,
  • un examen físico del paciente, y
  • pruebas médicas.

La profesión médica confía cada vez más en las pruebas médicas para «confirmar» el diagnóstico. O, mejor dicho: han realizado un diagnóstico preliminar, pero para confirmar esa sospecha se requiere efectuar ciertas pruebas. Si las pruebas no confirman la sospecha, la práctica que se ha estandarizado es no utilizar el diagnóstico que ha efectuado el médico, basado en el historial del paciente y en su examen.

Por eso, cada vez es más frecuente que los médicos sean capaces de ‘ayudar’ a las personas incluso sin verlas ni hacerles un examen físico. Basándose simplemente en tu relato, el médico ordena las pruebas necesarias, y las pruebas le ‘dirán’ lo que te afecta. Las pruebas médicas han pasado de ser «una confirmación» a ser «un diagnóstico«.

Cuando te duele una parte concreta del cuerpo, las pruebas médicas ‘diagnosticarán’ la enfermedad. Si el resultado sale negativo eso significará literalmente… ¡que no te pasa nada malo! Sólo cuando en una prueba se encuentra ‘algo’ fuera de lo normal, se puede establecer un diagnóstico y tu dolor se convierte en real. Entonces se le da un nombre, y a partir de ahí la profesión médica sigue unos protocolos de tratamiento para que te sientas mejor.

Diagnosticar sin hacer pruebas ha quedado desfasado, e incluso ya no es aceptado dentro de la profesión, que ve la ‘opinión’ médica no solo como indeseable sino incluso como peligrosa. No parece que se reconozca el hecho de que… sólo se pueden hacer pruebas de algunas cosas, no de todo, y que mucho depende de cada paciente y de la tecnología que se utilice para efectuar la prueba. Se sabe que los resultados de las pruebas han variado significativamente entre diversos laboratorios, hospitales y servicios.

La necesidad de demostrar que ‘algo va mal’, que ‘algo está fuera de lo normal’, se ha convertido en una «obligación» en los procedimientos de diagnóstico médico. Sin embargo, no se plantean preguntas serias sobre la validez de las pruebas, que ahora se convierten en el estándar de oro para el diagnóstico de una enfermedad.

Una infección solía diagnosticarse por el criterio clínico, potencialmente confirmado mediante una prueba de laboratorio que mostraba qué microorganismo estaba presente en la muestra de tejido enviada. Si la prueba era negativa, no se anulaba el diagnóstico que el médico hubiera hecho. Esto significa que el procedimiento de la prueba no es una parte esencial del proceso de diagnóstico, mientras que el historial médico y el examen sí lo son.

Poco a poco, se le fue diciendo a la profesión que una prueba microbiana negativa debía considerarse también como un diagnóstico positivo. En las enfermedades infecciosas, una prueba microbiana negativa se convirtió en la herramienta de diagnóstico para «diagnosticar»… ¡una infección viral! Si se tiene una infección, y no se puede demostrar la presencia de ningún microbio, el diagnóstico es… ¡una infección viral! De esta manera eliminaron el motivo real de la prueba, que era «demostrar que en el tejido enfermo había patógenos presentes».

Aquello era una prueba de apoyo para el diagnóstico de infección. Ahora utilizan el resultado negativo de una prueba como la constancia de que se tiene una infección. Así que hay que hacer más pruebas en las sospechas de infección para diagnosticar correctamente la enfermedad, ya sea una infección bacteriana o vírica, pero siempre será una infección porque el médico ha pedido que se haga la prueba.

El hecho de que no se pueda demostrar la presencia de virus en un proceso infeccioso no ha incomodado a nadie. El hecho de que, todavía, ninguna prueba médica sea capaz de demostrar la presencia de un virus en cualquier tipo de tejido, no molesta a nadie. A la profesión médica lo que le importa es que se haya encontrado algo «fuera de lo normal», curiosamente, ¡incluso aunque la prueba resulte negativa! Ya no parece relevante cómo se realiza esa prueba, o cuáles son sus limitaciones, ¡siempre que se pueda demostrar una «anormalidad»!

Cuando una prueba muestra algo que se considera «anormal» ―es decir, que no se ajusta a la media de la población, o que es diferente de lo que el médico espera encontrar (cfr. la prueba negativa en el material infectado)―, se asume que esa «anormalidad» debe ser la causa de la dolencia. El vínculo entre ambos se establece automáticamente, y aprender a aceptarlo sin más forma parte de la formación del médico. Esto lleva rápidamente a la suposición inversa de que cuando en una prueba no aparece nada, entonces es que no está ahí. En otras palabras, sin un resultado anormal de la prueba, no hay nada malo en el paciente; no se padece una enfermedad.

Una joven madre da a luz en el hospital, atendida por su obstetra y su comadrona. Cuando nace el bebé, el personal se sorprende por el pequeño tamaño del recién nacido. El obstetra lo comprueba y, mientras la cara se le empieza a ponerse roja, dice: «¡Hay otro en camino!«. La madre se sometió a todas las revisiones periódicas con el mismo personal médico. Durante el embarazo le hicieron cuatro ecografías. Como las ecografías sólo mostraban un bebé, todos sus síntomas y signos «ligeramente extraños» fueron ridiculizados e ignorados. Nadie del equipo médico había considerado ninguna otra opción, ninguna otra posible causa de sus dolencias. La prueba («ecografía») dio negativo, y eso fue todo lo que se necesitó. Como la máquina no detectó un embarazo de gemelos, y ningún profesional estaba dispuesto a ir en contra de la máquina, ni siquiera a considerar que ésta pudiera no mostrarlo, el nacimiento de los gemelos fue una sorpresa total, debido a la total confianza en la prueba médica. ‘Nunca fallan. Nunca se equivocan. Son 100% fiables’… O no, según el caso. ¡Sé que esta historia es verídica porque yo estaba allí!

Cuando llegas a cierta edad y no paras de quejarte de un dolor en la rodilla que, a veces, te dificulta caminar, no hace mucho tiempo el médico al que consultabas podría haberte dicho: «Tiene usted artritis«. Hoy en día necesitas hacerte un escáner para que el médico pueda saber lo que te pasa. Cuando el escáner muestra signos que pueden interpretarse como artritis, entonces el médico te dirá que tienes artritis. Cuando el escáner es perfectamente normal, ‘no tienes artritis’ y seguirán «buscando» otra cosa que sea diferente a la de un veinteañero estándar, diferente a su estándar establecido. Cuando se encuentra, esta otra cosa debe ser la causa de tu dolencia, y debe ser subsanada antes de que empeore.

¿Te has dado cuenta de que, hoy en día, en medicina, ‘todo va a peor’… A MENOS QUE sigas sus consejos?

Si resulta que tus síntomas siguen presentes después de la intervención quirúrgica, o del enfoque medicinal que se haya aplicado, la búsqueda continuará, y tendrás que entender que lo que sea que hayan «rectificado», definitivamente va a hacer que lo pases mal en el futuro. Nunca abandonan la actitud de ‘tener siempre la razón’, incluso aunque se demuestre que están equivocados.

Confiar únicamente en los resultados de las pruebas para establecer un diagnóstico aumentará, obviamente, el número de pruebas a realizar. Y cuantas más pruebas se realicen, más «positivos» se producirán. Cuantas más desviaciones se busquen de la imagen perfecta del libro de texto, más se encontrarán, con lo que las cifras no dejan de aumentar. Esto lleva a la creación de más centros de pruebas y, al mismo tiempo, a que existan más «pacientes», más personas que «requieren» tratamiento.

Ya ni siquiera hay que esperar a que la gente se presente con sus dolencias. Se van a buscar activamente diagnósticos entre la población sana y, dado que para hacer ese diagnóstico sólo se confía en los resultados de las pruebas, tiene ‘mucho sentido hacer pruebas a personas sanas’. Una prueba anormal será declarada un diagnóstico. Ahora se encuentran más pacientes y, al mismo tiempo, toda la población está cada vez más enferma, más necesitada de «ayuda», de tratamientos.

La profesión médica se ha otorgado a sí misma el poder de decidir si una persona sana, que no se queja de nada, está realmente sana o está enferma. Tú mismo ya no tienes ese derecho. Ni para ti, ni para tus hijos.

En realidad, ni siquiera es el médico quien decide qué padeces, cuál es el diagnóstico, sino que es una máquina. Una máquina, producida y propiedad de la industria médica, a la que nuestro gobierno ha otorgado el derecho invasivo de convertirnos en ‘pacientes’ si no cumplimos con el estándar que ha sido establecido por la misma profesión médica que produce la máquina.

 ‘Ahora que tenemos la máquina, asegurémonos de que demuestre su utilidad en el rendimiento que obtenemos de nuestra inversión’.

Cambiando los parámetros de los resultados de las pruebas que arroja la máquina, se puede aumentar el valor de la prueba, y aumentar los beneficios. Bajando los valores aceptados como ‘normales’ para la presión arterial se crean más ‘enfermos’ cardíacos[1]; cambiando los niveles aceptados como ‘normales’ de glucosa en sangre, se crean más diabéticos; y haciendo lo mismo con los niveles de colesterol en sangre se crean más ‘pacientes con problemas de coagulación’.

El problema básico para llegar a un diagnóstico es demostrar que, existe una relación causal entre, por un lado, los signos y síntomas, y por otro lado, la anomalía encontrada. El mero hecho de estar presente en el momento de la dolencia indica una posible correlación (por lo que… ¡hay que seguir investigando!), pero no puede considerarse una prueba de que sea la causa del problema. Sin embargo, esta investigación causal nunca se realiza correctamente. Se recurre a las coincidencias y a las suposiciones para rellenar los huecos y unir los puntos que dibujan el cuadro.

Para empezar, partimos de la base de que para confirmar o diagnosticar la enfermedad hay que encontrar una anomalía en los elementos o tejidos constitutivos. ¿Por qué? Porque suponemos que los tejidos, la parte material de la vida, son los responsables de la vida misma. Si hay algo que no funciona, de alguna manera debe aparecer en la anatomía y/o la fisiología de los tejidos. Suponemos que la materia es el tejido básico de la vida.

¿No resulta sorprendente que una profesión que se denomina a sí misma equipo de científicos siga creyendo que la materia crea la vida?

La ciencia ha demostrado, más allá de cualquier duda razonable, que la vida es energía, se crea a partir de la energía, y funciona como una expresión de la energía.

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Así que, si el supuesto básico sobre el que se ha construido toda la profesión médica resulta ser erróneo, ¿por qué deberíamos seguir creyendo en todo lo que se crea dentro de esa industria?

Lo que se ha llamado «causas» de las enfermedades no son las verdaderas causas de las enfermedades, porque los diagnósticos se han elaborado basándose en suposiciones erróneas, en la creencia de que debe haber una causa material para la enfermedad. Las máquinas se han desarrollado sobre programas diseñados por personas cuyas creencias resultan ser incorrectas. Por lo tanto, las máquinas sugieren diagnósticos incorrectos, ya que han sido creadas para hacer precisamente eso: dar validez a una suposición incorrecta. La «anormalidad» encontrada se eleva a la categoría de causa de la enfermedad, cuando no existe prueba alguna de ello.

Puede resultar difícil comprender hasta qué punto la profesión está equivocada en su enfoque de la salud y las enfermedades, pero cuanto más te preguntes sobre lo que hacen y cómo lo hacen, más claras se vuelven las respuestas. Un punto de partida erróneo hace que surja una imagen muy equivocada cuando se intenta unir los puntos del conocimiento dentro de un marco estrecho y nebuloso. Cuando se ha construido mucho sobre la base de un punto de partida equivocado, habrá que destruir y reestructurar mucho de lo que creemos.

Siglos de creer que la tierra es el centro del universo no pueden deshacerse en un corto período de tiempo, cuando para los científicos se hace evidente que no es cierto lo que todos creyeron durante mucho tiempo. La ciencia lo sabe, pero el pueblo aún no lo sabe. Y quienquiera que esté ‘a cargo del pueblo’ en el momento del cambio de punto de vista, no se lo va a decir al pueblo. El lema será mantenerlos ignorantes el mayor tiempo posible, y aprovecharse al máximo mientras dure.

Como antiguo médico generalista me permito decir que el sistema médico occidental está muy enfermo. Y aprovecho la oportunidad, mientras tengo ese poder, para hacer un diagnóstico. Declaro que la medicina alopática sufre de detall-itis. Es una inflamación de los detalles. Aquí están los cuatro síntomas requeridos que la profesión médica está mostrando en este momento:

  • Se acaloran por no poder cumplir las promesas que hacen con respecto a los resultados del tratamiento.
  • Se ponen rojos cuando se les confronta con sus fracasos.
  • Hinchan el pecho respirando profundamente cuando se les confronta con su falibilidad.
  • Les duele mucho que alguien cuestione sus procedimientos.

Y la razón por la que tienen este problema es simplemente porque todo está compartimentalizado en pequeñas áreas de experiencia. Las pruebas se centran en un solo aspecto de la vida, e incluso en una sola forma específica. Toda la atención se ha centrado en los detalles, y no se ha prestado atención al panorama más amplio, y a la problemática que este enfoque plantea.

  • No se trata de qué enfermedad es; se trata de quién es la persona que tiene la enfermedad.
  • No se trata de una o unas pocas pruebas, sino de toda la vida de la persona.
  • No se trata de una circunstancia del entorno, sino de todos los factores que contribuyen a la vida de la persona.

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En la vida es mucho más lo que no sabemos que lo que sabemos.

Y la mayor parte de lo que sabemos es falso.

La humanidad sabe muy poco y, sin embargo, nos asombra la gente que se autodenomina «experta». Nos vemos muy por debajo de esos expertos, y creemos que la gente que ha ido a la escuela durante mucho tiempo sabe pensar por sí misma.

Pero, ¡despierta! Nadie aprende a pensar por sí mismo en la escuela. La educación formal significa que tienes que tragarte el «conocimiento» tal y como te lo presentan, regurgitar ese conocimiento en las épocas de exámenes, y seguir creyendo lo que te han dicho. El mundo ‘sólo puede ser’ en la forma en que te enseñaron, y tú has aprendido a verlo en la escuela.

La vida es un tipo de escuela diferente, donde cada uno de nosotros puede aprender lo que sea más apropiado saber en la vida que llevamos. Las lecciones son diferentes para todos nosotros, y el examen es nuestra salud. Estar enfermo, no sentirse bien, significa que no vas muy bien en el aprendizaje de tus lecciones personales. Pero si prestas más atención en clase, y aprendes a entender lo que tu vida te quiere decir, tus notas mejorarán notablemente, y tu salud mejorará día a día.

Así que lo que realmente importa es que tú hagas tu propio diagnóstico en lo que respecta a tu propia vida. Nombra lo que está mal en tu vida. Ponle nombre, y hazte cargo de la enfermedad. Identifica las circunstancias que contribuyen y, si puedes, la verdadera causa de tu enfermedad, la que has nombrado.

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Una vez que entiendas realmente lo que está mal en tu vida, y no lo que está mal en tejidos específicos, en ciertas partes de tu cuerpo, vendrá a ti cuál es la cura. Y a diferencia de las «curas» de los expertos, tu propia cura para tu enfermedad funcionará completamente, lo que significa que esa enfermedad nunca volverá.

Sé dueño del derecho a diagnosticar tu propia enfermedad.

Encuentra la verdadera causa de tu enfermedad.

Haz los cambios necesarios en tu vida para curar la enfermedad.

Recupera el poder que le otorgas al experto externo, y otorga ese poder al experto que llevas en tu interior.

** Artículo original http://www.activehealthcare.co.uk/index.php/literature/medical/222-a-diagnosis


[1] Durante años se nos dijo que la lectura de la presión arterial normal es de 120/80; sin embargo, cada vez más médicos han reducido estos números a 115/75. N. del T