Patrick Quanten es un ex médico belga que estudió en el Reino Unido, y ejerció como médico general en la pequeña isla de Aldesney desde 1983 hasta 2001, cuando decidió devolver su licencia médica ya que desde hacía tiempo que observaba que los pacientes no mejoraban con los tratamientos y medicaciones convencionales, pero sí lo hacían con ciertas alternativas menos costosas y agresivas.

La gota que rebalsó el vaso fue cuando recibió una notificación del colegio de médicos indicándole que estaba recetando menos cantidad de fármacos que sus colegas, y que además eran fármacos genéricos, los cuales son más baratos. En la nota no hacían referencia a si los pacientes mejoraban o no; el problema no era la salud de los pacientes, sea mejor o peor, el problema es que le generaba menos dinero a la industria.

Al no querer recetar fármacos sin ver resultados, decidió devolver su licencia médica, y desde entonces se dedica a investigar sobre la ciencia de la salud y educar a las personas a cómo auto-gestionar su propia salud, compartiendo sus hallazgos en su web activehealthcare.co.uk.

Este artículo es un resumen de la entrevista con el mismo título que le hizo la periodista Alicia Ninou (Alish) en julio de 2020. Se puede ver más sobre Alish en su web TimeForTruth.es, donde se puede encontrar sus entrevistas a Quanten y el curso «Buscando la verdad en Medicina».


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El coronavirus, ¿existe?, ¿no existe?, ¿se trata de una mentira? Porque es cierto que hay mucha gente que desconfía de la pandemia, pero están muy confundidos en cuanto a si hay una causa real o no para todo esto.

(…) ¿Se ha visto alguna vez un ‘virus’? La respuesta es sí. ‘Virus’ es, de hecho, el nombre que se le da a una pequeña masa encapsulada en la imagen microscópica electrónica de una célula. Este tipo de fotografías se obtienen tras un largo y dificultoso proceso de preparación de una lámina muy delgada de materia viva a la que hemos tenido que matar para poder examinarla. Por lo tanto, la imagen obtenida no tiene movimiento y, además, está en blanco y negro. Sin embargo, algunas de las pequeñas partículas encapsuladas que se ven dentro de la célula, en el borde de la célula y fuera de la célula (información recopilada a partir de muchas micrografías) han sido denominadas ‘virus’. Esto significa que los virus existen.

No obstante, las implicaciones de los virus, lo que hacen y cómo funcionan son asuntos aparte de su mera existencia. (…)

En primer lugar, la estructura física de un virus puede describirse más fácilmente como un trozo de material genético (ADN o ARN) encapsulado en una bolsa de membrana simple. O, en otras palabras, en una pequeña bolsa que contiene una secuencia corta de código genético. Sorprendentemente, dentro de esa bolsa no existen otras estructuras organizadas, como un sistema de producción de energía, un sistema de circulación o un sistema nervioso. En efecto, los científicos han determinado categóricamente que los virus no se alimentan, no excretan y no se mueven. A todos los efectos, los virus no están vivos. Por sí solos no pueden replicarse, ya que solo tienen una cadena simple de código genético y se dice que utilizan a la célula huésped para reproducirse.

Se dice también que esa pequeña bolsa inerte es capaz de abrirse paso a través de las defensas de la mucosa de nuestro sistema respiratorio y de nuestro sistema digestivo (¡algunos médicos afirman que incluso a través de los ojos!) burlando nuestro sistema anti-invasor. A continuación, parecen camuflarse también dentro del torrente sanguíneo por todo el cuerpo, burlando nuevamente por completo a las células-patrulla de nuestro sistema inmune. Una vez que encuentran el órgano adecuado, resulta que también consiguen penetrar la fuertemente protegida membrana celular de tres capas sin que la célula se oponga a ello. Dentro de la célula, dentro del citoplasma de la célula no tienen aún ningún papel, pues no hacen nada. No pueden hacer nada. No tienen metabolismo, no tienen funcionalidad. Pero a pesar de esta deficiencia, se nos cuenta el «heroico viaje» que todo virus hace a través de la maquinaria interna de la célula, cómo se abre paso, a través de otra membrana también fuertemente protegida, hacia el núcleo de la célula, hacia la cámara de control de la célula. Aquí «el enano» se enfrenta a una estructura gigantesca con una compleja codificación genética, el diseño interno de la memoria de una computadora. La codificación interna del virus se puede comparar con aproximadamente tres o cuatro palabras de los trabajos completos de Tolstoi, y sin embargo, según se nos cuenta, estas tres o cuatro palabras son capaces de colocarse estratégicamente dentro del texto completo en la célula (los trabajos completos de Tolstoi), con el supuesto resultado de que todo el metabolismo celular está ahora al servicio del virus. El virus obliga a la célula a producir nada más que virus. Toda una hazaña para una pequeña bolsa conteniendo solo unos pocos códigos genéticos y sin capacidad alguna para efectuar ningún tipo de acción, ¿no te parece?

Pero… recientemente, más y más investigadores y catedráticos están renombrando a los virus como exosomas. (…)

Los exosomas son pequeñas partículas que aparecen dentro de la célula, particularmente en las células que tienen problemas para funcionar de una manera normal. Cuando estos exosomas aumentan en número, se mueven hacia la capa externa de la célula, la membrana, y de ahí son excretados. La célula puede recuperarse o no de esta fase, pero está bastante claro que estos exosomas se originan dentro de las células enfermas y son excretados por ellas mismas. ¿En qué consisten esos exosomas? En una membrana simple que encapsula un pequeño fragmento de código genético. ¿Te suena de algo?

En lugar del complicado y peligroso viaje desde nuestro entorno hacia nuestro cuerpo y hacia nuestras células, ahora se trata de un sencillo viaje desde el interior de la célula, donde se originan los exosomas, hacia el exterior de la célula. Ahí los exosomas entran en contacto con las células de nuestro sistema inmunitario y son engullidos por ellas. ¡Fin de la historia!

¿Te das cuenta ahora de por qué era todo tan confuso? Sí, los virus existen, pero no se comportan ni remotamente como nos cuentan. Son partículas generadas por células enfermas y expulsadas por estas en un esfuerzo por restaurar la salud.

¿Estás diciendo que eso a lo que los médicos llaman ‘virus’ son en realidad exosomas? ¿Desde cuándo conoce la ciencia la existencia de los exosomas? Popularmente no se había oído hablar de ellos hasta ahora… ¿La ciencia académica no los relaciona para nada con los virus? ¿Es que cree que son cosas diferentes?

Conforme se han ido observando más y más imágenes de microscopía electrónica, los investigadores se han ido dando cuenta de que algunas de las partículas que se aprecian dentro y alrededor de la membrana celular se mueven de adentro hacia afuera. Es por ello que se les ha dado el nombre de ‘exosomas’. Algunos científicos dicen que estos exosomas se parecen mucho a los virus. ¿Qué significa esto en lo que a la investigación sobre partículas extremadamente pequeñas se refiere? Pues significa que cuando ellos analizan tanto lo que extraen de los exosomas como lo que extraen de los virus, lo que encuentran siempre no es otra cosa que hebras simples cortas de material genético (ADN o ARN) y algunas estructuras proteicas. Así que «la teoría» (¡y esto es ciencia!) es que ambos tipos de partículas bien podrían ser la misma cosa.

Aquí tenemos un ejemplo de cómo el poder es capaz de mantener una mentira y de estructurar a toda la sociedad a través de esa mentira. Si proporcionas un buen laboratorio y material de investigación a un grupo de individuos y les dices que lo que están investigando son virus, estos vendrán y te dirán lo que creen que han descubierto sobre los virus. Si luego haces lo mismo con otro grupo de individuos en otro laboratorio diferente y les dices que lo que están investigando son exosomas: ¿acaso este grupo va a saber de la existencia del otro grupo y, mucho menos, qué es lo que ese otro grupo está investigando? Si, además de todo eso, controlas también las publicaciones y la difusión de la información (los medios), entonces no es de extrañar que la gente no tenga ni idea de lo que en realidad está sucediendo. Generalmente, lo que se necesita es que haya alguien externo a ambos mundos para que se pueda establecer el vínculo existente entre los dos. Esto permitiría que el poder, las autoridades se cuestionasen seriamente sus propios conocimientos y su experiencia en la materia. Se trata únicamente de sentido común, algo que en estos últimos tiempos está demostrando ser muy escaso.

Así que tenemos dos nombres para una misma cosa, e investigadores que investigan ambas por separado… Alucinante. En todo caso, por todo lo que has explicado, deduzco que los «virus/exosomas» no pueden ser considerados entes peligrosos…

Por supuesto que los virus, que ahora ya sabemos que han sido generados por las propias células, no son peligrosos. Por otro lado, la aparición de esos exosomas (virus) dentro de una célula es un signo de que esa célula no está funcionando normalmente, en otras palabras, de que está enferma. El virus no enfermó a la célula. El virus es un resultado, es la manifestación del hecho de que la célula está enferma.

Cuando muchas células enferman a la vez y expulsan esos virus, seguramente el ambiente celular se contamina. ¿Podría ser este ambiente contaminado un peligro para las células cercanas y, como consecuencia, también esas células podrían acabar enfermando?

Un virus es un exosoma. Esto significa que se mueve de dentro a fuera. Cuando el exosoma está fuera de la célula, las otras células no van a absorber ese exosoma ni a permitir que ingrese en ellas. Por tanto, los virus en el ambiente extracelular son totalmente inofensivos para las células de alrededor. Lo que debería preocuparnos es la causa real de la enfermedad en esas células. Las células circundantes reciben los mensajes energéticos de sus colegas enfermas, así que responden a ellos de manera similar para tratar de protegerse contra las circunstancias específicas en las que están funcionando todas esas células en ese momento. Todas ellas están bajo la misma amenaza, y todas ellas, en masa, responden de la misma manera, por lo que todas producen el mismo tipo de exosomas. Se trata de expresiones de las células bajo ciertas circunstancias específicas en las que estas están funcionando. Y esas circunstancias son el factor perjudicial. Los virus son una expresión.

¿Pero… se puede manipular un virus, y, en consecuencia, llegar a ser peligroso?

Los virus cambian todo el tiempo, de manera natural. ¿Por qué? Se nos dice que, por razones desconocidas, mutan. Esto significa que, por razones desconocidas para los científicos, las secuencias del ADN contenido en esas pequeñas bolsas son siempre diferentes. Cada vez que a alguien se le ocurre mirar, «descubre» una nueva secuencia y nace entonces «un nuevo virus». Con este coronavirus, los expertos nos dicen que no hay un único tipo de coronavirus, sino que existen muchos coronavirus diferentes, y que la razón de esto es que la secuencia de ADN, que de hecho es el único elemento definitorio de un virus, no es exactamente la misma en una muestra que en otra.

La verdadera explicación es mucho más simple. Cuando una célula se enferma, lo que hace es tratar de restaurar su función realizando algunos trabajos de reparación en su estructura. En este caso, cuando hablamos de virus, la célula trata de restablecer la comunicación genética dentro de la propia célula. Lo que hace es deshacerse de las secuencias falsas o inadecuadas encapsulándolas, para hacerlas inofensivas y así poder expulsarlas al exterior y alejarlas del funcionamiento interno de la célula. Dentro de un mismo grupo de células, estas secuencias serán las mismas; sin embargo, en un momento diferente dentro de ese mismo grupo de células o bien en un grupo de células diferente, en una muestra diferente del mismo organismo, esas secuencias pueden variar un poco. El hecho clave es que las células simplemente están tirando sus bolsas de basura, que ya no quieren. Recordemos que los virus en el entorno exterior no son nunca un peligro.

Y sí, en un laboratorio se pueden crear nuevas secuencias genéticas, pero eso tampoco constituye un peligro para las células vivas. A pesar de lo que algunas personas quieran creer, los virus no se están utilizando como armas biológicas. Es cierto que fueron probados para ello, pero rápidamente se descubrió que son completamente inútiles para tal fin. Sin embargo, sí pueden usarse de manera muy efectiva para enfermar a las personas si se consigue convencer a éstas de que se enfrentan a un enemigo mortal invisible. El miedo mata, y esas muertes –de miedo– pueden ser utilizadas como «demostración» de un ataque viral a la población.

Te preguntarás: «y si no hay peligro para nuestra salud, ¿por qué las personas que trabajan con virus en los laboratorios necesitan esa ropa de protección tan elaborada? El peligro no son los inertes virus, sino el continuo contacto con productos químicos y mezclas altamente tóxicas, tanto en forma sólida o líquida como en forma gaseosa (aire contaminado).

La guerra sin armas y sin explosivos más efectiva no es la guerra biológica, sino la guerra química. Incluso el uso de bacterias, como el ántrax, es una forma amateur de intentar eliminar a personas a gran escala. Incluso cuando entramos en contacto con bacterias inusuales, la mayoría de las personas se adaptan rápidamente a ellas y sobreviven. Los virus son completamente inútiles para este propósito. Los productos químicos, sin embargo, son altamente efectivos. De hecho, en todas las supuestas epidemias virales y enfermedades infecciosas a gran escala, los científicos han descubierto que las intoxicaciones químicas han sido su verdadera causa. También es importante saber que cada vez que algo así se ha publicado, incluso en las publicaciones médicas más reputadas, el asunto se ha enterrado rápidamente bajo el «descubrimiento» de un nuevo virus causante de esa enfermedad. Ejemplos de ello son la poliomielitis, la enfermedad de las vacas locas, el sida y ahora el coronavirus.

Dices que el miedo mata. Eso es muy fácil de decir. Pero ¿cómo mata el miedo? La mayoría de gente diría que esto es una metáfora…

Tiene que ver con la idea de ‘respuesta inmunitaria’ que la profesión médica utiliza para respaldar su teoría sobre la inmunidad y la resistencia a la enfermedad. Las investigaciones médicas han demostrado, en estudios específicamente configurados para ello, que el miedo hace disminuir de manera consistente y drástica los valores obtenidos en esas respuestas. Algunos estudios revelan que el miedo puede reducir la resistencia a la enfermedad hasta en un 80%. La mayoría de los estudios sugieren una mayor vulnerabilidad a las enfermedades de entre un 40 y un 60%. Ciertos estudios psicológicos muestran que las personas se vuelven menos resistentes a la hora de lidiar con situaciones de estrés cuando el miedo las consume.

Con respecto a esto, vale la pena mencionar la observación histórica sobre el tabaquismo y las enfermedades pulmonares graves: el mayor pico en el aumento del consumo de cigarrillos en la población se produjo durante la revolución industrial de principios del siglo XIX, mientras que el mayor pico en el aumento de las enfermedades pulmonares ocurrió a finales de los años cincuenta y sesenta, poco después de que se hubo lanzado una campaña publicitaria masiva, a través de carteles, radio y televisión, sobre los efectos negativos del tabaquismo en la salud.

El miedo nos mantiene vivos. Cuando te enfrentas a una situación que pone en peligro tu vida, es el miedo lo que te mantiene alerta y al máximo de tus capacidades. Sin embargo, la naturaleza solo prevé que tales situaciones se den en períodos de tiempo muy corto: o escapas de la situación amenazante o sucumbes a ella. A continuación, llega la calma, te relajas y continúas como si nada hubiera pasado. El miedo que se da en los seres humanos, y que nos mata, es el miedo a algo que no podemos eliminar de nuestras vidas (un miedo continuo) o el miedo a algo que no podemos percibir (un enemigo invisible).

El primero supone una batalla que no podemos ganar, ponemos toda nuestra energía en ello, pero sabemos que no hay nada que hacer, ¡se nos agotan las fuerzas! El segundo también conlleva un estado continuo de miedo, ya que no sabemos exactamente cuándo vamos a ser atacados, qué pasará, qué podemos hacer para protegernos, una situación desesperada, en constante alerta, sin encontrar momentos de verdadera paz y tranquilidad, ¡se nos agotan las fuerzas!

Todo en la naturaleza es capaz de mantener la vida o bien de arrebatarla: agua, sol, etc. Todo en la naturaleza está destinado a tener altos y bajos, momentos poderosos y momentos débiles, momentos de estrés (las mayores hazañas se llevan a cabo durante los más intensos estados de estrés) y momentos de descanso y paz (recuperación de las fuerzas). Así pues, es la presencia habitual del miedo, del estrés en nuestras vidas cotidianas lo que nos mata. Tales estados nunca son la norma en la vida en la naturaleza.

¿Quiénes son los expertos que asesoran a los gobiernos? ¿Se pueden considerar ciencia esas «opiniones de expertos»?

(…) Hay dos tipos de expertos médicos que están asesorando a los gobiernos: los virólogos y los epidemiólogos. Ninguno de ellos trata directamente o atiende a pacientes. Los virólogos trabajan en un laboratorio y los epidemiólogos juegan con las estadísticas. A los médicos «de campo», como los especialistas de pulmón o los médicos de cuidados intensivos, se les ha prohibido específicamente hablar sobre este tema. En las primeras semanas se publicaron muchos comentarios críticos y de indignación por parte de varios académicos de alto rango, así como de jefes de departamento del ámbito clínico, como hospitales, pero esos comentarios fueron inmediatamente silenciados y jamás han vuelto a salir a la luz. Así que da la sensación de que los consejos de expertos han de mantenerse al margen de cualquier información clínica, no vayan a confundirse con tanta observación y tanta experiencia clínica en el tratamiento de las infecciones virales sobre la población.

Estos expertos no han sido seleccionados ni nombrados por los gobiernos. Es la profesión médica la que facilita estos expertos seleccionados a los gobiernos, y de esta manera se aseguran de que la difusión de la información en todo el mundo sea idéntica y esté envuelta en la misma retórica. Esto consigue que parezca que, a pesar de las fronteras, todos los expertos del mundo están de acuerdo, lo que da a la población la sensación de que solo hay una versión «real», versión que obviamente tiene que ser la verdadera.

Los virólogos viven en un mundo aparte, un mundo cerrado de realidad virtual. Realmente nunca «ven» aquello de lo que hablan (virus), lo que permite que las suposiciones se cuelen entre las verdades creídas sin que nadie lo note. Por ejemplo, los virólogos todavía creen que verdaderamente aíslan virus, sin embargo, cada vez que se han visto obligados a publicar exactamente cómo lo han hecho (lo cual siempre tratan de evitar desesperadamente), la comunidad científica les ha retirado esos artículos. Siempre cometen errores científicos fundamentales que les permiten creer que han aislado un virus, pero la realidad es que nunca son capaces de demostrar el origen de eso que ellos creen haber encontrado. Los virólogos nos ilustran a los demás sobre los virus, sobre su comportamiento y sobre sus efectos, unos conocimientos a los que solo ellos pueden tener acceso. Manteniendo a los virólogos lejos de todo entorno clínico y de toda fuente de información clínica, la profesión médica tiene a su disposición todo un ejército de profesionales dedicados a mantener viva la historia de los virus que nos es contada. Desarrollan nuevas técnicas y nuevos planes de interferencia, con el foco puesto siempre en el progreso, lejos del verdadero punto de partida, de las bases de lo que realmente un virus es y de lo que no es, de lo que hace y de lo que no hace. Y siempre pendientes de las excepciones que encuentran, que asumen como nueva información, como nuevo avance en su investigación.

Los epidemiólogos son estadísticos que trabajan con modelos de computadora para predecir el futuro. La exactitud de sus predicciones depende enteramente de cómo esos modelos están diseñados. Cualquiera que sea el resultado deseado, siempre se puede programar y diseñar el modelo más adecuado que proporcione ese resultado. Si se necesita un valor alto, se puede arreglar. Si se desea un valor bajo, también se puede apañar. Al igual que los virólogos, también los epidemiólogos han sido profesionalmente apartados de la circulación y se les ha dado una oficina prístina a cambio de unos resultados específicos. Tampoco estos expertos saben nada del mundo exterior y no tienen forma de relacionar lo que hacen en su cubículo con la realidad cotidiana en la que viven las personas.

La ciencia se compone de un montón de teorías. En ciencia es una práctica común el acoger todas las teorías existentes sobre un tema mientras no se haya demostrado todavía que una de ellas sea la correcta. Los verdaderos científicos pueden preferir una teoría concreta, pero reconocerán lo que de ella no se ha podido demostrar y aceptarán que no se puede descartar porque sí una teoría diferente. Esto significa, por ejemplo, que un verdadero científico puede, por un lado, decirnos que él cree que este virus está causando enfermedad en los humanos debido a que se propaga a través de las gotas de fluido expulsadas por las personas infectadas, y al mismo tiempo puede decirnos que no tiene las pruebas definitivas de que esta teoría sea correcta y que existe la posibilidad de que no lo sea. Un científico nunca impondrá su opinión sobre una población entera, ya que él mismo no puede estar completamente seguro de lo que cree que es verdad. Él todavía está investigando su teoría.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que estos expertos designados por la profesión médica, con la exclusión de cualquiera de sus colegas médicos, son particularmente elegidos por no ser científicos. Trabajan para un empleador que les ha otorgado una responsabilidad única y muy notoria, y su empleador es una industria de investigación de laboratorio.

(…) ¿Es correlación lo mismo que causalidad? ¿Son los microbios y los virus los causantes de las infecciones?

Es demasiado fácil echar la culpa a las evidencias circunstanciales. (…) El principio de inocencia hasta que se demuestre lo contrario también debería estar presente en toda investigación científica. Una teoría permanece aceptada como una posibilidad hasta que se demuestra que es falsa. En lo que a las enfermedades infecciosas respecta, los inversores que vieron beneficios en el sistema propuesto por Louis Pasteur decidieron que no era necesario ese principio de inocencia. Comenzaron a usar los medios, las publicaciones, la retórica como sus armas principales sin tener en cuenta la verdad, eliminando todas las demás posibilidades (teorías). La extensión de las conclusiones de una investigación a áreas más allá del alcance de ese estudio se convirtió en una práctica común. Si se consigue identificar una partícula de la que previamente se ha dicho que es la responsable de cierta enfermedad, pues ¡ya está «demostrada» la teoría!

Pero me temo que tal cosa es absurda, tanto desde el punto de vista científico como desde un punto de vista jurídico. Primero señalas algo o a alguien con dedo acusador diciendo que es peligroso, después demuestras su presencia en el lugar de los hechos y, sin más, lo acusas de haber sido el responsable. Sí, existe una correlación entre una infección y la presencia de bacterias. Cuando no hay bacterias presentes en un tejido enfermo, los médicos hablan de inflamación. Cuando sí se observa la presencia de bacterias en este tejido enfermo, entonces hablan de infección. Por lo tanto, existe efectivamente una clara correlación entre infección y bacterias, la propia definición del término ‘infección’ incluye la presencia de bacterias. Sin embargo, todos los esfuerzos que se han venido realizando (y ya se cumplen dos siglos de ello) para intentar demostrar que las bacterias son las causantes de las infecciones, han fallado. Ni una sola vez ha conseguido la ciencia establecer todas las condiciones requeridas para verdaderamente demostrar una relación causa-efecto entre bacterias e infecciones.

Esto suponía un verdadero problema en el sentido de que, contradiciendo la propia definición de ‘infección’, ni siquiera en muchas de las llamadas infecciones había presencia alguna de bacterias. Esto es bastante vergonzoso para alguien que está convencido de que toda infección está causada siempre por algún microbio: bien, señor experto, aquí tiene una infección, ¿dónde está ese microbio? ¿Cómo puedo tener una infección si la causa de la infección no está presente? Así que se necesitaba que apareciera en escena algún otro tipo de microbio que, por razones obvias, no pudiera ser detectado en esos tests, pero sí pudiera ser acusado de causar infección. Entonces encontraron un candidato, y le pusieron el nombre de «virus». No puedes verlo. No puedes detectarlo. Pero asumes con certeza que es el causante de la infección. Y así ya tienes montada la situación. Tienes una infección, buscas al culpable microbiano, encuentras una bacteria y dices que ella es la causa de la infección. O no encuentras ningún microbio, y entonces asumes que la causa es un virus. Pero pasan por alto el hecho de que nunca se ha demostrado científicamente que exista una relación causal entre una infección y la participación bacteriana. Entonces, ¿por qué sí habría de existir tal relación entre una infección y un virus, cuya presencia en cualquier infección es, además, totalmente imposible de demostrar?

¿Cuál es entonces la evidencia científica del CONTAGIO que avala todas las draconianas medidas que nos están imponiendo?

¡No hay ninguna evidencia! Solo hay teorías, y recientemente hemos oído hablar de algunas de ellas: se propaga por medio de las gotas que expelemos, se propaga a través de superficies en las que «sobrevive» hasta entrar en contacto con nuestras manos (¡con los codos no hay problema!), se propaga hasta cuando no hay síntomas, se transmite de animales a humanos y de humanos a animales, puedes infectarte también a través de los ojos, puede entrar a su cuerpo a través de tu sistema digestivo, puede propagarse por el agua potable… Ninguna de esas TEORÍAS ha sido jamás demostrada. De hecho, algunas de ellas han sido refutadas, como la de las superficies, la de los asintomáticos o la de la transmisión de animales a humanos. La propagación por el aire solo ha podido demostrarse en los casos de expulsión violenta de gotas al estornudar o al toser violentamente por parte de personas enfermas. Esta es una forma de transmitir partículas, cierto, pero no constituye prueba alguna de que esas partículas estén realmente causando enfermedad.

¿Por qué asumimos entonces tantas teorías?, ¿por qué, como parece suceder, en cuanto alguien sugiere otra vía nueva de contagio enseguida se incluye en la lista de peligros potenciales? Eso sucede porque no se trata más que de teorías, modelos teóricos que, mientras nadie los refute, no pueden ser descartados. Si alguien dijera que hay una mayor probabilidad de morir de covid-19 si uno es diestro, esa teoría no podría descartarse hasta que alguien realmente demostrase que es errónea. Así que, únicamente viendo números, se pueden decir cosas como «los de raza negra son más propensos» o «los pobres son más susceptibles». Y si se quiere usar esa información antes de que quede expuesta como una falsedad, basta con añadir que esas tendencias se deben a que ese tipo de personas tienen menos acceso a una adecuada atención médica. Vergonzoso por parte de las autoridades blancas que controlan los sistemas de salud adecuados.

Para comprender mejor el pensamiento básico tras esas teorías en las que se basan algunas de las medidas que se están adoptando, conviene hacerse ciertas preguntas y analizar el asunto con más de detalle. Por ejemplo, cuando la profesión médica declara haber encontrado pruebas de que el virus se puede propagar de animal a humano, hay que hacerse la pregunta: «¿y cómo han llegado a esas pruebas?». Porque cuando lees cómo llegaron a tal conclusión, te enteras de que la cosa ha sido más o menos así: «Cultivamos el virus en el laboratorio, después inyectamos una alta concentración del virus en animales y el 65% de ellos mostraron signos de enfermedad». ¿Son naturales esas circunstancias? ¿Es así como sucede en la vida en la naturaleza? No, ese no es un experimento científico que justifique esas conclusiones a las que han llegado.

La observación sigue siendo una poderosa herramienta científica. Y todos podemos observar. Yo observo que cuando 10 personas en una habitación se exponen a lo que sea que esté exhalando una persona enferma en la habitación, no todas ellas enferman. ¿Cómo puede esa exposición ser «un vínculo causal»? Observo que estamos constantemente rodeados de un ambiente lleno de microbios, de sustancias tóxicas, de contaminación, pero que a pesar de ello muy pocas personas enferman. Observo también que en los entornos más estériles que los seres humanos estamos creando, estamos también propiciando en ellos la aparición de los microbios más temibles. No, las teorías en las que se están apoyando no tienen la evidencia suficiente como para convertirlas en verdad. Se trata, en efecto, de teorías obsoletas.

Si los virus (o exosomas) no son peligros, no provocan enfermedades y no existe el contagio… tengo que preguntarte esto: ¿por qué crees que mueren entonces algunas de las personas «etiquetadas» como enfermas de covid-19?

(…) Etiquetar a una persona con una determinada enfermedad o una determinada causa de muerte es algo típicamente humano. A la naturaleza no le importa cómo se llama la manera en que una vida se termina, eso no significa nada, aunque uno crea que esa vida se ha terminado como consecuencia de una infección, de una depresión, de una intensa tristeza, de hambre, de un envenenamiento, de un desafortunado accidente o de cualquier otra cosa que quieras añadir a esta lista. La única realidad es que esa vida se ha terminado aquí y ahora. La naturaleza no necesita de etiquetas. Los humanos sí ponemos etiquetas. O al menos los humanos que necesitan etiquetar para así poder separar, dividir, controlar. El ganado no necesita una marca para vivir. Los humanos sí necesitan marcar su ganado para mostrar a quién pertenece. Los estadísticos quieren saber de qué te mueres. Tú no necesitas eso, ¡no es eso lo que te importa! Para ellos, sin embargo, es vital, así consiguen clasificar, lo que a otros les permite controlar, manipular. A una persona enferma no le sirve el resultado de un test de covid-19. ¿Por qué? Pues porque no existe un tratamiento específico para infecciones virales, así que no importa cómo se le llame a esa enfermedad específicamente. Ese test resulta útil a quienes necesitan esa información para separar y controlar a las masas.

¿Por qué crees que han enfermado más trabajadores sanitarios en comparación con el resto de la población?

¡Recuerda el factor miedo!

Los trabajadores sanitarios están obligados a ir trabajar todos los días mientras se les dice a cada instante que ese ambiente en el que tienen que trabajar es mortalmente peligroso. Y así día tras día. Estos sanitarios temen por sus vidas a cada momento, pero tienen que estar ahí.

Además, la información que reciben es de que el peligro es cada vez mayor. De hecho, les dicen que se trata de una enfermedad mortal, los gráficos «lo demuestran». Y aun así tienen que estar ahí. También reciben información sobre cuál es la mejor manera de protegerse dentro de ese ambiente mortal. Se les dice que tienen que ponerse esos trajes espaciales que salen por la televisión, pero luego van a trabajar y lo único que tienen a su disposición es una mascarilla de papel y unos guantes de plástico. ¡Esto no es suficiente! Y sintiéndose «desprotegidos» se ven obligados a entrar en ese ambiente tan peligroso una y otra vez. La propaganda se va infiltrando en sus mentes durante semanas y meses, sin parar, sin que aquello se acabe nunca. Acaban extenuados y muertos del miedo. Incluso sus propios superiores, las personas que se supone que saben más que ellos, les dicen que no están protegidos, pero que no hay nada que puedan hacer por ellos.

¿Te sigues preguntado ahora por qué tantos sanitarios han enfermado gravemente y por qué muchos de ellos no han conseguido sobrevivir?

¿Qué opinas de las recomendaciones generales por parte de las autoridades sanitarias para evitar el «contagio»?

De hecho, lo que estamos viviendo ahora parece ser la situación ideal para instalar en la población una manera completamente nueva de comportamiento. Aprovechan la oportunidad para darle la vuelta a todo, y la gente simplemente lo acepta. Saben con certeza que funciona, porque durante décadas han estado dando la vuelta a todas las cosas, una por una, para comprobar si la gente cumple con lo que se le dice, o bien se rebela. Primero nos dijeron que la comida del mediodía es la más importante del día, después que es la cena la que debería ser la más importante, para luego cambiar al desayuno. Y nadie se ha estremecido por ello. Nos dieron una pirámide alimenticia para decirnos cómo comer de manera saludable, y luego le dieron vuelta a esa pirámide. Y nadie ha dicho nada tampoco. Parece ser que, en nombre del progreso, la gente está dispuesta a aceptar casi cualquier cosa sin protestar.

Ahora es el momento de cambiar la sociedad en su conjunto. ¿Qué es lo más preocupante para cualquier gobierno? Que la gente se congregue, porque eso puede implicar revueltas; que la gente decida por sí misma, porque eso implica diversidad; que la gente busque lo que más le conviene, porque eso implica individualidad; que la gente tenga libertad de expresión, porque eso implica variedad de ideas. ¿Cuál sería la situación ideal para los gobiernos? Que todos hiciésemos lo mismo, pensásemos lo mismo y creyésemos lo mismo.

Una emergencia médica. Todos en peligro. Nadie sabe qué hacer excepto el gobierno, que dispone de «expertos». No os preocupéis, os rescataremos, pero tendréis que hacer lo que os digamos o no sobreviviréis; y como todos queréis sobrevivir, tendréis que confiar en nosotros para que cuidemos de vosotros, y vosotros nos ayudaréis a eliminar a esas personas que nosotros marcaremos como peligrosas para vosotros.

Y esta es la situación perfecta para revertir de una vez todos los fundamentos de nuestra sociedad. Todos necesitamos aire fresco; pero no, detente, vuelve adentro, quédate en casa, y cuando salgas al exterior usa la mascarilla aunque con ella respires mucho más dióxido de carbono de la cuenta (¡la contaminación del aire en nuestras ciudades no es nada comparada con esto!). Todos necesitamos movimiento; pero no, para, quédate quieto en casa. Todos necesitamos contacto social; pero no, alto, es muy peligroso, esa gente potencialmente puede matarte. Todos necesitamos contacto físico con los otros por bienestar físico y mental; pero no, cuidado, esa gente potencialmente puede matarte.

No existe tal cosa llamada distancia social. Puede haber personas para quienes el contacto cercano sea un problema potencialmente, pero no para la sociedad en general. Mantener a las personas separadas unas de otras es un procedimiento habitual en las cárceles. El aislamiento es un castigo. Sabemos lo que esto hace con las mentes de las personas. Sabemos que el dolor psíquico es el peor tipo de tortura. El aislamiento está causando dolor psíquico. No tiene ningún beneficio para la salud. Al contrario, debilita el espíritu y la capacidad de determinación de las personas, las convierte en dóciles cooperadoras.

A nadie le importa ya la calidad del aire que se respira. El pésimo aire que ahora inhalamos constantemente por el uso de las mascarillas es para nuestro propio beneficio, mientras que antes la contaminación del aire causaba graves enfermedades. Ahora no, ahora un aire de mala calidad está «salvando» vidas.

Las montañas de plástico tampoco son ya un problema. Ahora estamos produciendo mucho más plásticos que hace seis meses: guantes de plástico, recipientes de plástico para geles que matan virus, protecciones faciales de plástico de todo tipo, bolsas de plástico selladas para evitar que los artículos se contaminen, escudos de plástico, etc. Ahora son parte esencial de nuestras vidas. El plástico ya no contamina nuestro medio ambiente, ahora «salva» vidas.

Si realmente quieres mantenerte sano, lo que tienes que hacer es todo lo contrario a lo que los gobiernos te están recomendando. La pregunta que tienes que hacerte en estos tiempos es: «¿a quién le tengo más miedo, al virus o al gobierno?».

¿Qué tratamientos están disponibles contra las «infecciones virales» y cuántas vidas están salvando?

No hay ningún tratamiento. No existe un tratamiento antiviral efectivo dentro del arsenal médico. Los médicos se esfuerzan en tratar los síntomas, pero no disponen de nada que reduzca la carga viral dentro de las células ni de nada que detenga la multiplicación del virus. No digo «nada para matar el virus» porque no sé cómo se puede matar algo que no está vivo. En la mente de la profesión médica está la necesidad de detener la reproducción del virus, ya que ellos creen que este llega desde el exterior, se infiltra y secuestra el sistema de replicación de una célula ordinaria. Han estado tratando de hallar una solución a esto durante cinco décadas, pero el resultado ha sido un gran 0. Esto debiera, quizá, animar a alguien a replantearse la premisa de trabajo en la que se están basando; pero no, ellos siguen insistiendo en la misma premisa y dedicándose a sobrecargar la literatura científica con prometedores cuentos y corrompidos estudios sin que nadie se haga responsable de nada.

¿Han salvado vidas ahora? No, no lo han hecho. Ni una sola. ¿Que cómo puedo estar tan seguro de ello? No me preguntes a mí, pregúntales a ellos. Antes de que impusiesen el confinamiento y todas esas medidas tan restrictivas, los funcionarios del gobierno nos informaron (respaldados por sus expertos) de que la razón por la que necesitábamos tales medidas era para proteger el sistema sanitario. Se suponía que esas medidas frenarían la propagación de la enfermedad y, por tanto, evitarían que todo el mundo enfermase al mismo tiempo y que se saturasen todos los hospitales. Pero nos dijeron también que la adopción de todas esas medidas no iba a suponer un menor número de muertes ni de infectados, que no iba a alterar los números totales, sino simplemente que la curva de casos se aplanaría y se alargaría unas pocas semanas más en lugar de tenerlo todo de una vez. Ellos sabían que tales medidas no salvarían vidas ni protegerían a nadie de la enfermedad, pero sabían también que después de un buen número de semanas encerrados en nuestras celdas de aislamiento, todos nosotros estaríamos dispuestos a conformarnos casi con cualquier cosa.

¡Y tenían razón! Ahora no hacen más que hablar de las vidas que se han salvado gracias a esas drásticas medidas y de lo diferente que habría sido todo si no se hubiera hecho así. Y nadie protesta: claro, gracias a Dios habéis salvado cientos de miles de vidas, todos os estamos tan agradecemos por vuestra inteligencia y por vuestra previsión…

Todo es un cuento chino. Además, como los medios de comunicación, esa «fuente de información» a la que toda la población ha otorgado total credibilidad, también han permanecido dormidos, pues los responsables han podido irse de rositas y, además, con el control absoluto de la situación.

¿Crees que quieren matar a una gran parte de la población con la pandemia?

Yo no creo que ese sea el objetivo principal. Pero esta es simplemente mi opinión personal, otros pueden tener otra completamente diferente. Yo no creo que a ellos les importe la cantidad de gente que quede al final de todo esto. Yo creo que lo que a ellos les preocupa es la clase de personas a las que se enfrentan. Creo que este es un ejercicio de toma de poder por parte de quienes ya están al cargo del sistema médico, de los medios de información y del sistema de producción de alimentos. Lo que ellos pretenden es que la gente crea únicamente lo que ellos digan que tienen que creer. Quieren obediencia total. Que muera o no mucha gente no es el principal problema. Los que se mueren dejan de ser una preocupación para el poder, pero ten en cuenta que necesitan una población para poder ejercer su poder. Así que habrá supervivientes, la mayoría de los cuales podrá desempeñar un papel útil en el nuevo mundo que pretenden.

Para terminar Patrick, ¿qué nos recomiendas? ¿Qué podemos hacer las personas «despiertas», las que nos estamos dando cuenta de lo que ocurre?

No todos somos iguales. El nuestro no es un grupo armoniosamente homogéneo y, por lo tanto, no puedo recomendar nada que todos debiéramos hacer. Yo no creo que esta vorágine vaya a detenerse. Creo que va a continuar hagamos lo que hagamos. El mundo va a ser diferente a partir de ahora. Así que la pregunta es: «¿y cómo va a ser ese mundo?». Pues yo creo que ese mundo va a ser un mundo de dominio total, de control absoluto, sin ninguna libertad individual. Pero no creo que todo se organice en torno a leyes restrictivas, creo que se organizará principalmente a través del control social. Las personas mismas, temerosas de perder sus privilegios, exigirán que los demás se adhieran también a las reglas. Todos deberán «demostrar» que están cumpliendo las reglas para poder acceder a los servicios y privilegios. Si no lo haces, estás fuera. En ese tipo de mundo, la cuestión crucial será cumplir o no cumplir. Pero hay que tener en cuenta que habrá que cumplir con todas las reglas si se quiere tener acceso a cualquiera de los servicios. Por lo tanto, y en otras palabras, uno tendrá que decidir si prefiere estar dentro o quedarse fuera. Si te quedas fuera, nadie podrá ayudarte y no tendrás derecho a nada.

Mi idea es que todo esto es una invitación para que creemos un mundo nuevo, un mundo basado en unos principios diferentes, totalmente opuestos a los del mundo al que elegimos no pertenecer. Me atrevería a sugerir que algunos de los temas centrales para ese nuevo mundo deberían ser la libertad y el respeto individual. Cada uno puede completar los detalles en la forma que mejor le parezca. Dado que yo veo esto como una escisión radical, una desviación completa de la vieja sociedad que deja a esta atrás, creo que en este momento sería prudente no tomar ninguna decisión drástica, sino más bien permitir que la mente se plantee posibilidades.

El lado práctico de todo esto se nos mostrará cuando veamos más exactamente hacia dónde va el mundo y quién toma el control. Cada uno de nosotros tendremos que decidir entonces si nos vemos viviendo –o no– de esa manera. Si no podemos vivir de esa manera y necesitamos salir de ahí, estoy seguro de que encontraremos la forma de hacerlo. Yo recomiendo no tratar de convencer a nadie que prefiera salirse del camino que nosotros consideramos el adecuado. Hay que ser tolerante con las personas que necesitan intentar las cosas a su manera. Hay que buscar cooperación, cuando sea posible, y permitir a los demás la libertad de vivir como ellos quieran. Hemos de permitirnos unos a otros la oportunidad de intentar lo que consideremos más oportuno. Por ahora, tratemos de mantenernos en contacto con esas personas que parecen no estar todavía completamente controladas. No impongamos ninguna de nuestras ideas sobre nadie. Mantengamos las puertas abiertas. Busquemos la cooperación, no las diferencias. Y seamos pacientes. Esto no va a durar tanto tiempo.

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