¿Cómo harías para levantarte por la mañana si no tuvieras energía? Sería muy difícil o hasta imposible quizás. Incluso, cuando por una u otra razón no dormimos adecuadamente, se hace todo un poco más difícil, y en estos casos mucha gente recurre a estimulantes.
¿Cómo harías para cumplir tus objetivos sin energía? ¿Cómo te moverías sin energía? La energía es clave para nuestro día a día y para nuestra salud. Sin energía el cuerpo no podrá limpiarse adecuadamente, se acumulará toxicidad y aparecerá la enfermedad. Desde la medicina higienista se afirma que el agotamiento es la base de la enfermedad, y el agotamiento no es más que energía insuficiente.
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Tabla de contenidos
¿Cómo se distribuye la energía en el cuerpo?
La energía de nuestro organismo se reparte en tres grandes sistemas: nutrición, eliminación y relación. Además, se requiere energía para el crecimiento y la reproducción, en etapas concretas de la vida.

El sistema de nutrición
El sistema de nutrición necesita energía para la digestión y asimilación de los alimentos ingeridos. Estos procesos no son llevados a cabo solamente por los órganos del sistema digestivo, sino que la asimilación se lleva a cabo en el interior de cada una de las células de nuestro cuerpo.
También forman parte de este sistema el aparato respiratorio, ya que también nos “alimentamos” del oxígeno y de la energía del aire, el aparato circulatorio, dado que la sangre aporta las sustancias nutritivas y el oxígeno necesario para las células, y la piel, al recibir nutrientes a través del sol y el contacto con la naturaleza.
El sistema de relación
El sistema de relación es el conjunto de aparatos y órganos que nos ponen en contacto con el mundo exterior (el mundo físico y la naturaleza) y con los demás seres humanos. Está dirigido mayormente por la voluntad consciente, aunque el inconsciente juega un papel importante.
Al movernos, hacer ejercicio, pensar, percibir el mundo a través de los sentidos, vivir nuestras emociones, comunicarnos, hablar, realizar un trabajo intelectual, manual o físico, nuestro organismo utiliza gran parte de su energía vital hacia los músculos y huesos, cerebro, sistema nervioso y los órganos de los sentidos y del lenguaje.
El sistema de eliminación
Este sistema está formado por los órganos de eliminación: riñones, pulmones, aparato digestivo y piel. La eliminación es una actividad fundamental para el mantenimiento de una buena salud ya que el cuerpo humano no puede estar sano si sus células mantienen mucha toxicidad. Durante el día gastamos energía y por la noche la recuperamos. Al descansar por la noche nuestro cuerpo elimina las sustancias tóxicas acumuladas y las originadas por el metabolismo normal del organismo (urea, ácido úrico, colesterol, etc.)
Paralelamente al trabajo de eliminación se efectúa el de regeneración (reparación) de las zonas afectadas por la intoxicación y la falta de energía, donde el cuerpo renueva sus tejidos y realiza una “puesta a punto” de sus órganos.
Especialmente por la mañana, tras el descanso de la noche, hay un aumento de la eliminación. Es normal tener la boca seca, la lengua blanca, flemas, la primer orina del día es más oscura y olorosa. Asimismo, el fumador tose, por ejemplo.
Al dormir, el “ayuno” realizado al estar varias horas sin comer facilita estos procesos de eliminación, limpieza y regeneración. Al no ingerir alimentos, el cuerpo vive de sus propias reservas, no gasta energía en la digestión y asimilación de las sustancias nutritivas ingeridas, y toda esa energía “ahorrada” se utiliza en la eliminación de tóxicos y en la reparación de las zonas alteradas y enfermas.
Desequilibrios de energía
Cuando la energía se reparte de forma equilibrada entre estos tres grandes sistemas, hablamos de salud.
¿Qué ocurre cuando la energía se centra en el sistema de nutrición?
Cuando comemos, mucha parte de la energía y sangre de nuestro cuerpo se acumula en los órganos digestivos. Mientras los elementos nutritivos se digieren y asimilan, las otras actividades del cuerpo y de la mente se llevan a cabo más lentamente. Luego de una comida pesada no tenemos ganas de movernos, de trabajar o de realizar ninguna actividad mental. Es normal tener tenemos además una especie de somnolencia, que indica que la sangre se ha retirado de los músculos y del cerebro; del sistema de relación. Tras la comida aumenta el trabajo del sistema circulatorio, lo cual se refleja en un aumento de las pulsaciones durante la digestión.
La persona que come en exceso, que consume alimentos procesados o pesados (de origen animal, por ejemplo), bebe alcohol, fuma, come sin hambre o mal combinado, por ejemplo, derrocha mucha energía en el sistema de nutrición. Cuando la energía se desvía hacia la nutrición hay menos para cumplir las funciones de eliminación y relación.
Cuando comemos mucho la energía también se retira del sistema de eliminación, disminuyendo la eliminación de las sustancias de desecho y tóxicas. Con cierta frecuencia algunas de las llamadas enfermedades agudas, que no son más que un proceso de eliminación o “limpieza”, o bien sus síntomas, desaparecen cuando comemos, para volver con más fuerza una vez realizada la digestión. Muchos síntomas de eliminación pueden desaparecer de esta forma temporalmente tras una comida abundante y de difícil digestión. Al comer disminuyen los síntomas (alergias, catarro, gripe, bronquitis, dolores de cabeza, etc.) pero se retrasa la curación y el proceso de recuperación.
Es erróneo pensar que la persona enferma debe comer mucho. Los niños y los animales cuando están enfermos, por su propio instinto, dejan de comer.
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¿Qué ocurre cuando la energía se centra en el sistema de relación?
Cuando ocurre un exceso de gasto de energía en el sistema de relación, ya sea por trabajo en demasía, estrés, preocupaciones por el incierto futuro, pensamientos negativos, competencia constante con los demás, sobre exigencias o exceso de actividad física, entre otros factores, se ven frenadas las funciones de los sistemas de nutrición y eliminación.
La disminución brusca o crónica de la energía en el sistema de eliminación hace que los órganos de eliminación no puedan cumplir bien su trabajo, por lo que se acumula toxicidad, generándose intoxicación de células, tejidos y órganos. Esta intoxicación es causa directa de enfermedad.
Un ejemplo extremo de una gran centralización de la energía en el sistema de relación ocurre cuando nos dan una mala noticia o ante un susto. Esta energía requerida por el sistema de relación para afrontar ese momento de crisis emocional o psicológica hace que la energía se retire bruscamente del sistema de nutrición, provocando un corte en la digestión si es que se está comiendo o se acaba de comer. Este corte de la digestión puede acompañarse por náuseas, vómitos o diarreas, los cuales tienen la finalidad de liberar al aparato digestivo de su contenido, de manera que toda la energía esté libre para afrontar y contrarrestar los efectos de la crisis.
¿Qué ocurre cuando la energía se centra en el sistema de eliminación?
Esto ocurre en las crisis de desintoxicación o durante la enfermedad crónica.
Llamamos crisis de desintoxicación a las enfermedades agudas que tienen como objetivo el descargar al cuerpo de sustancias de desecho y tóxicas. Las flemas, la mucosidad de la nariz, la orina oscura, el sudor, la fiebre, la tos, entre otras, son parte de este esfuerzo del cuerpo por “limpiarse”.
Durante estas crisis, a las que llamamos enfermedad, hay una falta de energía en los sistemas de nutrición y de relación. Debido a ello, y con mucha frecuencia, en las crisis de desintoxicación o enfermedad aguda se quitan las ganas de comer, de moverse, de pensar o de jugar (en los niños principalmente). Esto ocurre especialmente cuando la crisis de desintoxicación se acompaña de fiebre.
Esta retirada de energía del sistema de relación explica la aparición de fatiga, mareos, sensibilidad emocional y sensibilidad y molestias a ruidos y luces fuertes, y sensación de frío en general. En la enfermedad crónica la energía también se concentra en mayor o menor grado en el sistema de eliminación, apareciendo los mismos síntomas, aunque normalmente menos intensos pero más duraderos.
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¿Qué ocurre cuando hay falta de energía en el sistema de eliminación?
La falta de energía en el sistema de eliminación hace que el organismo no elimine eficientemente los tóxicos. Dichas sustancias se van acumulando en el organismo sin que este sea sensible a la intoxicación y por lo tanto no reaccione contra ella.
La persona que tiene poca energía en los órganos de eliminación, de a poco va dejando de tener crisis de desintoxicación (catarros, vómitos, diarrea, orina oscura, flemas, tos, etc.) y con el tiempo aparecen las enfermedades crónicas y luego las degenerativas. En estas enfermedades disminuye la capacidad de auto curación y autorregulación del organismo vivo y la persona va enfermando gravemente sin que el “cuerpo” o la mente se den cuenta de ello, y tampoco reacciona para curarlo. La persona va enfermando y muriendo poco a poco.
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La energía para el crecimiento y la reproducción
La excesiva y prolongada centralización de la energía en el sistema de eliminación puede provocar la disminución o la falta de dicha energía en el crecimiento y la reproducción. Cuando el cuerpo gasta mucha energía en eliminar sustancias tóxicas, no hay energía suficiente para que el crecimiento (en el niño) y la reproducción (en los adultos) pueda llevarse a cabo de forma satisfactoria.
De esta manera aparecen los problemas de crecimiento en el niño pequeño. Puede ocurrir también una formación anormal del feto y sus órganos, una malformación. Del mismo modo la falta de energía para los procesos de reproducción puede hacer que tanto el hombre como la mujer se vuelvan estériles. Algo muy frecuente en los tiempos actuales.
El cuerpo sabe
La inteligencia interna y el instinto del cuerpo dirigen el reparto de energía en el organismo. Cuando lo necesita, hacen aumentar una función a cambio de las demás actividades. Por ejemplo, en el caso de toxicidad excesiva aumenta la desintoxicación y la curación, mientras que disminuyen las demás actividades normales del organismo (digestión, relación, crecimiento y reproducción). Hay una interiorización de la energía y se dirige mayor cantidad de sangre hacia los órganos de eliminación y las zonas más dañadas y enfermas. El frío que acompaña con frecuencia a la enfermedad, indica esta interiorización de la energía y la sangre desde las zonas más periféricas hacia los órganos centrales y más vitales.
En conclusión, la inteligencia interna y el instinto del cuerpo son los que en último lugar envían y equilibran la energía entre los diferentes sistemas del cuerpo dependiendo del momento, las circunstancias y la edad de la persona.
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Adaptado de un texto de José Antonio García, del Centro Higienista de Madrid