“Te lavaron el cerebro” me dijo una amiga al saber que había cambiado mi alimentación. Según ella, comer distinto a lo estándar no puede ser una decisión racional, sino más bien producto de un lavado de cerebro.

Actualmente en mi vida tengo varias costumbres o creencias contrarias a la mayoría y a lo que solía hacer o creer. Estos cambios los fui realizando luego de cuestionar ciertas cosas y llegar a la conclusión de que lo que estaba haciendo no era bueno o bien no era lo que quería.

Ante los ojos de la mayoría, mis costumbres son raras, extremas o hasta locas. Sin embargo, cuestiono, ¿cuál es la razón subyacente de gran parte de las decisiones de las personas? Por más que a la mayoría les guste pensar que sus decisiones son auténticas, distintas investigaciones de la psicología social han demostrado que las decisiones son influenciadas por el comportamiento de otras personas.

Un ejemplo claro de cómo “somos borregos” se puede apreciar en este experimento social realizado por el programa de televisión “Juegos Mentales” de National Geographic.

Ante la pregunta de por qué hacía eso, la chica responde: “porque todos los hacían”. Es cierto que pararse y sentarse ante un sonido puede parecer muy tonto, pero, ¿cómo aplica esto a nuestra vida diaria? En particular, ¿cómo afecta la razón de que “todo el mundo” lo haga en decisiones de vestimenta, hábitos alimenticios y hobbies, por ejemplo? O incluso en decisiones más importantes o a más largo plazo cómo el lugar donde vivir, si comprar casa o no, la carrera a elegir, el trabajo, la universidad, si estudiar una maestría o no, ¿son usualmente decisiones auténticas que las personas hacen siguiendo su corazón, o se siguen patrones prestablecidos y presiones familiares y sociales?

Esto también sucede con temas más profundos como la ideología política o la religión, por ejemplo. ¿Por qué prácticamente toda Latinoamérica es católica y hay pocos musulmanes, y por qué ocurre lo contrario en Irán, por ejemplo? ¿Es acaso una elección libre y racional o condicionada por factores sociales (como los casos mencionados anteriormente)?

En un famoso experimento realizado en 1951 por Solomon Asch se puso a prueba la presión grupal a la hora de responder simples preguntas.

Tal como dice el video, este clásico experimento de la psicología social “revela que la gente la gente negará lo que ve y se someterá a la presión del grupo”. En otras palabras, pueden dejar de lado sus propios valores para no sentirse diferentes al grupo. ¿Cómo aplica esto en la vida real? ¿Cuántas veces negamos la verdad para encajar en una sociedad en donde predominan ciertas mentiras?

Similares conclusiones se pueden sacar de una investigación del psicólogo estadounidense Robert Cialdini, donde evaluaron distintas motivaciones para ahorrar energía en un municipio. Para eso enviaron folletos solicitando que se ahorre energía con cuatro distintas razones: cómo reducir el gasto energético ayudaba a la sociedad, cómo ayudaba al medio ambiente, cómo se ahorraba dinero o cómo otras personas ya lo estaban haciendo. Posteriormente se testeó el consumo de los distintos hogares y efectivamente el folleto que hablaba sobre las demás personas fue el que tuvo más resultado. En otras palabras, a las personas les interesó seguir a la manada y les importó poco y nada el bien social o ambiental, dado que los folletos que hablaban del medio ambiente o del bien social no ahorraron más que el grupo de control.

«No sé a dónde vamos, pero viendo a toda esta gente debe ser algo bueno»

¿Cómo influye la autoridad en nuestras decisiones?

El psicólogo estadounidense Stanley Milgram estaba particularmente interesado en los peligros del comportamiento de grupos y la obediencia ciega a la autoridad. Para entender cómo los alemanes permitieron el exterminio a los judíos, realizó un experimento en la Universidad de Yale en 1962 que a la postre se convertiría en uno de los experimentos más controversiales en la historia.

Los hallazgos fueron atemorizantes: el 63% de los sujetos llegaron a “aplicar” las máximas descargas de 450 voltios. Es decir, casi dos tercios de las personas llegarían matar a otra persona si una autoridad así se lo indicase.

Llevando esto fuera del laboratorio, ¿cuántas veces obedecemos ciegamente a autoridades laborales, religiosas o políticas? ¿Cuántas veces hacemos cosas porque así lo dijo el jefe, el profesor, el alcalde, el doctor, mamá o papá? ¿Hasta qué punto obramos contrariamente a nuestros intereses, deseos o valores porque alguien así nos lo dice?


La idea de este artículo no es criticar a quienes visten de cierta manera que se haya puesto de moda, o a quienes van a un restaurante popular, por ejemplo. No veo nada malo en vestir cierta prenda que está de moda porque a una persona le gusta. El punto de este artículo es cuestionar aquellas decisiones que tomamos por seguir a las masas, por encajar o por agradar a otros, cuando éstas van en contra a nuestros valores, intereses o esencia. A la larga o a la corta, obrar en contra de lo que realmente queremos nos desgastará.

En mi caso, fui a la universidad porque sentía que tenía que hacerlo. Me sentí presionado por mis padres (puede que haya sido interpretación mía, pero así lo sentí) y por la sociedad en general, y no lo cuestioné. Ahora pienso, ¿por qué HAY que ir a la universidad?

También me di cuenta que ciertos gustos o hábitos fueron adquiridos a través de mi entorno social. Por ejemplo, como adolescente me emborraché decenas de veces. La primera vez que tomé me pareció asqueroso, pero por encajar seguí tomando. Claro, en la adolescencia tenemos esa necesidad de ser aceptados por nuestros pares y por tanto hacemos cosas que van en contra de nuestros instintos. Esto también aplica al cigarrillo, lo cual nuestro cuerpo naturalmente rechaza desde la primera pitada.

¿Hasta qué punto somos capaces de modificar nuestros comportamientos por la aceptación social o por evitar el rechazo social? ¿Vamos a tal lugar, escuchamos tal canción, compramos tal cosa o comemos tal otra simplemente “porque todo el mundo” lo hace?

El punto aquí no es que tenemos que ser distintos en todo. Lo que busco es invitar a la reflexión de cómo podemos estar tomando ciertas decisiones contrariamente a lo que nos indica nuestro corazón simplemente por encajar en la sociedad o por presión de pares, amigos o familiares. ¿Qué estamos haciendo por agradar a otros? ¿O qué estamos dejando de hacer por agradar a otros?

Para cerrar, dejo una divertida canción del grupo uruguayo El cuarteto de nos, para reírse un poco del tema.


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