El higienismo, que es una ciencia que estudia las condiciones ideales para una salud óptima en los seres humanos, goza de increíbles resultados en la práctica. Pero, a su vez, es muy poco popular. ¿Por qué es así?

La razón es muy sencilla: el higienismo implica adoptar hábitos saludables, entre esos la dieta, y la mayoría de las personas no tienen ganas de cambiar, sino que prefieren seguir en la zona de confort con sus malos hábitos de toda la vida.

La mayor parte de las personas quiere seguir comiendo tóxicos y luego tomarse una pastilla “mágica” para cubrir los síntomas, lo cual parece ser una solución, pero a mediano o largo plazo trae más problemas. 

Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar en el futuro las causas de la enfermedad; en caso contrario, abstente de ayudarle

Hipócrates

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Hasta mis 25 sufría alergias, gastritis y migrañas crónicas. Si bien no son temas graves como puede llegar a ser un cáncer, esas afecciones hacían que varios días a la semana me la pasara estornudando o con un dolor de cabeza limitante, o bien que no pudiera dormir debido a que se me subían los jugos gástricos a la garganta al estar acostado. Y así viví durante años, con un nivel de energía más bajo de lo que podría haber aspirado siendo joven.

Los médicos me decían que los problemas eran crónicos y estaba condenado a tomar medicación por el resto de mi vida. Pero yo fui terco y quería superarlos. Si bien tomé infinidad de pastillas (las farmacias se hicieron millonarias conmigo), busqué todo tipo de cura alternativa también. Recuerdo haber probado decenas de infusiones o curas naturales como el aceite de copaiba para mis alergias e inicialmente funcionó, pero a las pocas semanas todo volvió a la amarga normalidad de aquel entonces. Para mi gastritis, probé inclinando la cama, con resultados mediocres.

¿Por qué estas supuestas curas no funcionaban? Porque no estaba atacando la causa. La causa de mis alergias no era la carencia de aceite de copaiba, vitamina C, o lo que sea. La causa de mi gastritis no era dormir en posición horizontal, por lo que dormir con la cama inclinada no iba a ser la solución. La causa de mis migrañas no era carencia de aspirinas.

¿Cuál era la solución? Indagar las verdaderas causas de los problemas, y cambiarlas. Y ésta no era más que la toxicidad generada por un estilo de vida desordenado, con una pésima dieta.

Fue entonces que descubrí la medicina higienista y dejé de buscar curas externas y cambié mis hábitos, y de a poco los problemas fueron desapareciendo, junto a los casi 20 kilos de sobrepeso que tenía.

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¿Por qué la gente busca curas?

Al entender, admitir y aceptar que las causas de nuestros problemas de salud son debido a nuestros hábitos de vida (dieta, ejercicio, descanso, estrés y otros temas psicoemocionales, entre otros tantos), no queda otra que hacerse responsable de la propia salud. Pero esto no vende, por tanto, dentro del campo de la medicina y la salud, está lleno de especialistas, ya sea en medicina convencional o alternativa, que nos venden “curas mágicas”, en forma de píldoras, plantas medicinales o terapias varias.

Tampoco vende el hecho de tener que soportar síntomas de desintoxicación durante un tiempo, de igual manera que el alcohólico o el fumador tienen que soportar el síndrome de abstinencia y desagradables síntomas físicos al dejar sus drogas.

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El hacerse responsable de la salud implica dejar de culpar a factores externos como la herencia genética, virus y bacterias, que, si bien pueden alterar la salud de una persona en alguna medida, esto no implica que una persona no pueda ser saludable.

En referencia a esto, he visto personas que dicen sufrir trastornos metabólicos, y a eso culpan su sobrepeso u obesidad, argumentando que es un problema genético porque toda su familia es obesa. Sin embargo, lo que no admiten es que además de heredar genes, heredaron hábitos, y sus problemas de peso se mantienen porque siguen una dieta alta inadecuada.

Esto lo sé por experiencia propia: los problemas de salud que sufría son los mismos que sufren algunos familiares directos. Por lo tanto, en aquel entonces pensé que no había mucho que hacer. Sin embargo, al cambiar mis hábitos, los problemas se fueron desvaneciendo, cosa que no sucede con mis familiares.

Con esto no quiero condenar a todo lo que no sea higienismo. Algunas terapias pueden ayudar a superar ciertos problemas de salud o al menos para aliviar los síntomas. Pero, por más que ayuden, mientras no se cambie la verdadera causa, el problema volverá una y otra vez.

Por ejemplo, si una persona tiene un malestar estomacal por haber comido una comida pesada en malas combinaciones alimenticias, un medicamento o una infusión le puede ayudar a superar el malestar momentáneo, pero si luego continúa con la misma dieta una y otra vez, el problema volverá una y otra vez. En cambio, si aprende a comer adecuadamente, el problema se solucionará por sí mismo, sin necesidad de medicación alguna, ni farmacéutica ni alternativa.

Lo mismo ocurre con personas con problemas de energía. Un estimulante como el café puede ser de ayuda en un momento en particular. Ahora, si constantemente recurrimos al café y no tomamos conciencia (o no queremos hacerlo) de que estamos durmiendo poco, el problema de falta de energía ocurrirá día a día. Nuevamente, a muchas personas no les gusta la idea de tener que rever sus hábitos y buscar la manera de descansar adecuadamente. El problema de los estimulantes es que, si bien en el corto plazo parece que nos dan energía, en el fondo están usando las reservas de energía del cuerpo, y nos llevan a un agotamiento crónico a mediano o largo plazo.

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Algunas cosas no dependen de nosotros

Es cierto, no todo depende de nosotros. Por más sano que queramos comer, si no podemos acceder a frutas o verduras orgánicas, el uso de pesticidas nos va a afectar en alguna medida. De igual manera, el aire contaminado para quienes vivimos en ciudades, o la contaminación electromagnética de las redes celulares.

Pero eso no implica que sí podamos elegir comer frutas y verduras en lugar de comida rápida, elegir cuánto dormimos, cuánto nos ejercitamos, qué tipo de contenidos consumimos en medios digitales, libros y revistas, a qué personas frecuentamos, cómo afrontamos nuestras emociones y cómo ocupamos nuestro tiempo, entre tantos otros macro o micro factores que afectan nuestra salud.

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Por otro lado, cuando planteo este tema, comúnmente alguna persona me comenta que no todo depende de nosotros, porque hay bebés que nacen con enfermedades. Y es cierto, hay bebés que nacen con problemas de salud, y bien con una genética débil. También es cierto que los hábitos de nuestros primeros años de vida son los inculcados por nuestros padres o por quién sea que nos críe, por lo que depende poco de uno mismo.

Pero esto no quiere decir que esos problemas de salud hayan llegado de la nada: un bebé con problemas de salud nace así a raíz de padres poco saludables. Los abusos no son “gratuitos”; no solamente afectan a la persona que los comete, sino que también afecta a las generaciones venideras.

Por otro lado, una vez que el bebé crezca y se convierta en adulto, sí puede cambiar sus hábitos. Quizás sea tarde en algunos aspectos (un cambio de dieta no te hará crecer un órgano o una pierna nuevamente, por decir algo), pero en otros tanto no, y está a la mano de todos.

Responsabilidad y empoderamiento

Si bien puede sonar como una carga importante el hecho de que somos los responsables de nuestros problemas de salud, el corolario de esto es que también somos los responsables de la recuperación de nuestra salud, y eso para mí es de lo mejor de la medicina higienista.

No puedes cambiar tus genes ni tu pasado ni la contaminación del mundo, pero sí puedes cambiar lo que metes en tu boca en el día a día, la hora en que te acuestas a dormir, el ejercicio que haces, tus relaciones con otras personas, tu forma de pensar, el tiempo que dedicas a relajarte, tus creencias, tus objetivos en la vida, etc.

Sentarte a lamentarte porque tu vida no es perfecta te hará enfermar; actuar en lo que depende de ti y aceptar que aquello que no depende de ti, hará que seas más saludable.

Sociabilización

Otro aspecto que hace al higienismo poco popular es que los humanos somos seres sociables y, en mayor o menor medida, buscamos la aceptación de las demás personas. Entonces, llevar hábitos contrarios a la mayoría, para algunas personas puede ser un gran problema que ni quieren plantearse.

La realidad es que, por un lado, hay muchos higienistas o personas similares con quienes establecer amistades. Por otro lado, las buenas personas aceptan a sus amigos tal como son, y si uno es “raro” y a alguien le molesta, esas personas no deberían ser dignas de nuestra amistad.

Además, los hábitos saludables no hay que llevarlos 100% todo el tiempo. La salud es el resultado de lo que hacemos la mayor parte del tiempo, y no debería ser un problema si alguien elige tener un estilo de vida saludable y se permite ciertas excepciones, mientras que no le afecte su salud. O si le afecta, mientras tome conciencia.

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En definitiva, el higienismo es poco popular porque deja en evidencia que la comida es una enorme adicción, porque implica cambios, porque hay que ser “distinto” y eventualmente víctima de burlas y sanción social, porque es más fácil culpar a factores externos de los males propios y porque requiere dejar de creer en fantasías de “curas mágicas” en lugar de reconocer la responsabilidad propia en la salud o enfermedad.

Ver también: Adicción a la comida: ¿controlas lo que comes o la comida te controla?

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